12 de julio de 2014

RUTA NOCTURNA JULIO´14

A la hora convenida, o casi, y con la agradable presencia de algunos amigos más de los previstos (veintiuno), incluida Ángeles (amiga de David Santos), así como la de Tomás, transformado en el “hombre foco”, nos pusimos en marcha, despacito, pero no tanto, porque la Cruz de Guía pretendía cruzar la carretera de Rota antes de que anocheciera. Una vez conseguido, "vámonos a ritmo de m.v".

El primer ¡ay! ocurrió, cómo no, en la subida con arena hacia el cortijo El Inglés. Menos mal que para entonces nuestro Manolomerca asumió el mando de las operaciones y tiró cuando tuvo que tirar, apretó cuando tuvo que apretar y se equivocó cuando se tuvo que equivocar, para que de nada faltara.

La posterior travesía por los campos de algodón, de una placidez exquisita. La luna ya se había deshecho de las nubes y lucía con toda su intensidad para enseñarnos que el tan temido barro por el riego excesivo no había hecho acto de presencia. Mejor. Ahí se pìnchó la bici de Rafael Santos y la cambió en un momento, como si de un buen mecánico se tratara. Otro que yo me sé o no llevaría cámara de repuesto, o le faltarían los desmontadores o simplemente habría olvidado la bomba, aunque la pediría “con mucha alegría”. Menos mal que Rafael es formal y serio. El único.

Una vez llegados al carril bici de La Ballena a Sanlúcar, tiramos hacia la Vía Verde hasta la entrada al Pinar de Chipiona. Y de allí a Costa Ballena y a Las Tres Piedras, donde nos encontramos con un recibimiento tan original como inesperado a cargo de unas amables chicas (y un chico también) con toques caribeños. Aceptaron unas fotos con tan variopinto grupo. Y es que la noche está llena de gente rara (y no lo digo por los caribeños).

Allí mismo dimos cuenta de los piquislabis y un amigo, muy amigo desde entonces, nos invitó a tortilla de papas que llevaba en un táper. Y es que hay santas que son más que santas. Para entonces Tomás ya se encontraba en su salsa y se alegraba de no haber echado el culo atrás con la salida nocturna. Y Angelmari no parecía descontento de “su primera vez”.

Recuperada la marcha nos fuimos a sembrar la inquietud entre los apacibles transeúntes de Costa Ballena, que aún estarán dudando de dar crédito a tanto ciclista suelto a esas horas. Grupos de chavales que habían perdido ya la verticalidad nos saludaban al paso con sonidos casi prehomínidos. No muchos, la verdad, porque se supone que la mayoría estarían aprovechando que abren las bibliotecas por las noches para estudiar (¿…?).

Una vez enfilado el carril de vuelta, soltamos el GPS de Manolo y, como suele ocurrir con esas armas que carga el diablo, nos perdimos. Pero mejor así, porque aparte de descubrir un itinerario nuevo, resultó más corto y cómodo que el previsto.

Y llegando al minisantuario en homenaje a la Virgen del Rocío, el que han puesto cerca del cruce hacia la Viña María Manuela con su virgencita y, nos tropezamos, y nunca mejor dicho, con un numeroso grupo de rocieros sin Rocío, que rendían no sé qué clase de culto a una diminuta Virgen en un lugar como ese en medio de la nada y a unas horas como aquellas (una y media de la madrugá). Por momentos abandonaron su fe en la Virgen, que no debería ser mucha, para agasajarnos con canciones pachangueras y más tragos de vino. Unos decíamos que “hay gente pa to”, otros que “menuda banda”, otros que si “es posible que haya tanto desocupado”, otros que “vaya si ha hecho escuela la Fátima Báñez” y Manolomerca decía..., bueno lo de Manolomerca mejor no lo pongo aquí. El caso es que tenían un fiestorro que uno no sabría si envidiar o lamentar.

Más tarde llegamos al Polila, más solo que la una, y luego a Jerez, no sin antes lamentar, aunque fue poca cosa, que Ángeles hincara la rodilla en tierra al ver una zanja. Con la escasa luz debió creer que era un precipicio. Igual le pasó lo que a aquel que dijo: “oye, yo me voy a tirar, porque de todas formas me voy a caer”. En seguida se repuso y, siguiendo las pedagógicas recomendadaciones de Joaquin Manteka, terminó como terminamos todos, frescos como las lechugas y con la sensación de que podíamos continuar a Trebujena o más allá. El más entusiasta, no os lo perdáis, Rafa Peña, a pesar de los ochenta y tantos recorridos ya.

Por mi parte, la rotura de un radio me tuvo casi toda la noche frenao y con ganas de llegar a casa; de ahí que acortara camino desde Los Villares, echando en falta una despedida como Dios manda, que diría aquel. Uno de esos radios de rueda “torpe de gama”, que no se rompen ni se volverán a romper nunca más. Pero tuvo que ocurrir la pasada noche, una noche lo suficientemente agradable y divertida como para quitarle la razón a aquellos que pensaban que una ruta nocturna en bici era “más aburría que un acuario lleno de mejillones”. ¿La repetimos?.

2 comentarios:

  1. Mi estreno en una nocturna. Una experiencia interesante.
    Llegaba un poco preocupado, sobre todo por la poca visibilidad, pero luego resultó más sencillo de lo que esperaba. Es cierto que, entre las luces de unos y otros (el faro del Camarinal -Rafa-, el faro de Chipiona -Tomás-, el de Punta Carnero -Manolo-, Trafalgar, Sancti Petri, Rota, etc) se veía bien el camino, y aunque hay que llevar mucha atención, cuando se coge confianza se puede rodar casi igual que de día.
    El frescor del relente, los múltiples olores del campo, las luces de la costa, el silencio (¿El silencio? ¿Qué silencio...? Si llevábamos unos loros delante, espantando a cualquier animalillo y acallando hasta el croar de los ranos...) Bueno, venga: el silencio de la noche, la marea baja, los cubanitos, los pelegrinitos del rosío... ¡Qué maravilla!
    Iba bien pertrechado con el faro (que se apagaba y encendía cuando le daba la gana), con más luces de repuesto, las gafas de ver, agua y bocadillo para el avituallamiento junto al mar, fotoprotector lunar extremo, etc. Pero se me olvidó una cosa importante: la mascarilla antipolvo.
    La pena es que las baterías se iban agotando, pero, la verdad, me quedé con ganas de haber continuado por la variante de Trebujena que alguno dejó caer cuando llegábamos.

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  2. Y en esto que al pasar entre los "rosieros" uno de ellos le espeta a Tomas : ! Vaya mancha de majaretas ! , que te lo puedes tomar a broma o mandarlos a tomar por culo, porque lo mismo pero al contrario pensabamos de ellos. Esto es solo una pequeña anecdota de lo que da de si una " nocturna", que al igual que Angelmari me he perdido otros años y que prometo no volvera a ocurrir. Palabra de rosiero.

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